El sombrero del mago










El sombrero del mago I

Tendría algo menos de cuatro años la primera vez que vi aquel corto de Disney. Mickey Mouse hacía las veces de torpe aprendiz de un poderoso mago que, ausente este, quedaba a cargo de su sombrero mágico y fuente maravillante de poderes inexplicables. “El aprendiz de brujo” se llama el corto; lo tenía en un VHS de Fantasía que pedía que me pusieran una y otra vez. 

Me gustaría hacer un apunte a raíz de esto: a mí me gustan los magos con los que no está claro del todo cuando llevan el sombrero y cuando no, los que igual lo llevan todo el rato y ni siquiera ellos se dan cuenta. 




El sombrero del mago II

Hazed el favor de no pasarlo por alto: existen magos que llevan el sombrero de los trucos siempre puesto –siempre– y llega un punto en que se olvidan de que está ahí. 

Quiero decir: magos que a veces se arremangan y sacan de la punta de los dedos dragones de prosa inmensa. Magos que saludan desde el otro lado del cristal con la sonrisa en ristre, levantando un poco las cejas, como quien es capaz de abrir los brazos de par en par sin sacar las manos de los bolsillos. Hace frío en la calle, pero nadie se ha dado cuenta. Magos que caminan como conversaciones. Magos de rugidos astronáuticos en la forma de mirar las madrugadas. Magos de café con leche un viernes a las ocho de la noche y mira tú por dónde. Que a veces se les nota el arrojo, el verso, el botón de encendido de las luces de la ciudad. Y a veces mueven un poco la cabeza, el sombrero sigue sin caerse, y te dicen: llevo ya tres años viviendo en Londres.




El sombrero del mago III

El sombrero en cuestión era negro. Era un sombrero de copa negro que la gente se ponía para recitar poesía y a Juanjo un día se le olvidó quitárselo. 









No hay comentarios:

Publicar un comentario