A cuenta de secretos









Hay quien dice que los libros han de empezar a mirarse por la portada. A pasarse por la primera página. A leerse por la palabra que haya al principio. Hay quien dice que lo importante está escrito en letras grandes, que tampoco hace falta mirar mucho más. Si te guían el camino con flechas será mejor seguir adelante. Luces de neón al comienzo de cada capítulo, no queremos que nadie se pierda.


Y aquí me tienes a mí, juntando todos estos pies de página que han recorrido mi vida, pensando que igual quieres perderte conmigo. Caminarme es tropezar.


Y caer en la cuenta.


Un día.
Dos horas.
Tres veces.


Me prometí a mí mismo que no volvería a volver a escribir
y no he parado de no hacerme caso
cada vez que anochece.
Madrugadas en vela.


De pequeño tenía miedo a la oscuridad
y ahora lo que me aterra es la falta de luz al final de una mirada.
No sé no querer
sonreír
aunque haya veces que lo olvide.
No sé hacer pompas de chicle, ni dejar de arrepentirme cuando no he dado un beso.


No sé morir.


Y tengo una cicatriz más larga que cualquiera de mis dedos.
Por fuera.
Por dentro son más grandes todavía.


Yo era una falta de ortografía.
Y ahora me falta
tiempo
para leer todo lo que me gustaría.
Y sé que no voy a poder.


De carne, hueso, y papel.


No sé tocar ningún instrumento.
Pero he tocado
el cielo
en la comisura de unos labios
suspirando
                               lento
por mi falta de control.


He perdido el norte y no he podido volver a encontrarlo,
ni quiero
                dejar
                               de viajar.
Mundo pequeño de personas grandes.


Aprendí la definición de amistad
una noche cualquiera
al fondo
                del bar
y sé que no me van a fallar.


Uno para todos y todos para uno.


A veces es mejor saber que
solo
                puedes
contarlos con los dedos,
y que ellos saben que pueden contar contigo
para lo que sea.


Solo pierde el que no juega,
vivo con hambre de amanecer.
Siempre despierto demasiado
temprano
o nunca lo suficiente,
como las frases inacabadas
tengo terror a los puntos suspensivos
y a las personas que lo son
a su manera.


Nunca me he enamorado
pero he vivido algún amago francamente bonito.
Echo de menos el mar, y nunca he vivido a su vera.
Ni a la de nadie.


Me han partido el labio dos veces.
Y hace años aprendí
a no esperar más de la vida
si no sales tú a por ella con el cuchillo entre los dientes
a ver si esta vez quiere bailar contigo.


No me sale vivir sin dejarme la piel.
Y fui tan cobarde en su día que ahora no puedo permitirme no ser valiente.
Escritor por accidente.


He corrido por mi vida
una vez.
Y he sobrevivido
para escribir todo esto que escribo
y llevo tatuado por dentro.



Que yo estoy hecho de mucha letra pequeña.
Por si aún no has caído en la cuenta.
Y te quieres lanzar conmigo.






4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Yo soy, o he sido, todas esas letras.
      Gracias por esta sonrisa.

      Eliminar
  2. Quien dice que hay que empezar a leer por la letra grande no se ha encontrado a una persona mágica de verdad. Esas te sorprenden con cada predicado incompleto que te dejan leer. El problema, a veces, como bien dices, son los puntos suspensivos.

    Me alegra saber que en ti hay cantidad de letra pequeña. Ya se veía, sin leer el final ;)

    Muy bonito el texto. ¡Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Halagador lo que dices, me ha llegado a la letra pequeña. Seguiré escribiendo más, espero que vuelvas a volver a verlo venir sin tener que leer los finales.

      Gracias.

      Eliminar