Una tuborg a veinte coronas









Yo es que creo que aquella vez en que nos tomamos a medias esa cerveza en un antro de aquel barrio tan chungo, aquella vez que pedimos dos y no nos quedaba dinero nada más que para una. Apelotonados, escuchando improvisar a un grupo dispar de artistas callejeros que nunca más se volverán a reunir; y sonaban, quizá, como debe sonar la música que suena un domingo al pie de la madrugada en un antro de un barrio tan chungo. Yo creo que aquella vez, después de que te hubieras recorrido dos mil kilómetros para que nos tomáramos esa cerveza, o cualquier otra. Creo que justo entonces fue cuando me di cuenta (del todo) de que íbamos a ser amigos para siempre. Pasara lo que pasara.



Igual es pronto para decirlo, o condenadamente tarde. Y lo sé. Pero es que lo tengo tan jodidamente claro tampoco tenía sentido no ponerlo en un papel. Como si a estas alturas hiciera falta tener algo por escrito. 












2 comentarios:

  1. Cuanta menos falta hace poner algo por escrito, más imperiosa es la necesidad. A esas personas las llevamos grabadas muy debajo de la piel. En este tiempo donde muchos nos vemos obligados a alejarnos miles de km, es bonito saber que hay gente dispuesta a cruzarse medio mundo por vernos :)

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. : )

      (eso es una sonrisa puesta por escrito, haga falta o no)

      Eliminar