He pensado que,
ahora que estás a la vista, podía pedirte una cosa. Ahora que estás, al abrazo
de los elementos, a la luz abisal del sol de bombillas que alumbra el
quirófano. Ahora que frío y metal. Ahora que miedo, oxígeno y máquinas. Ahora
que la vida avanza en pitidos. Ahora.
No pares de ser niña y exploradora
no te olvides del mar
ni de las eras
ni de los años
ni dejes de ser cabeza lúcida de
revolución sin fusibles
ni dejes de ser voz tangente de revolución
sin derechos
no te canses de inventar
ni de correr
ni de soñar
ni de seguir caminando.
Ahora.
Que el camino se hace brecha
palpitando,
no pares de ser la mente más brillante del
siglo
dormitando, bajo una manta-abrazo en el
salón
no dejes de tener superpoderes
ni de regalarlos
ni de regalárnoslos
ni de curarnos las heridas
ni de cosernos las heridas
ni de decirnos: niño, ten cuidado, que
luego te tengo que curar y coser las heridas.
Ahora.
Que la brecha es el camino
palpitando,
no dejes nunca de pintar en los márgenes
y al mundo, no dejes de contarle los días
por páginas de papel
no dejes de dejarme calendarios de
adviento en la mesilla
ni de recordarnos los cumpleaños
ni de retratarnos los miedos
ni de atarnos los cordones
ni de atarnos
los pies al suelo y la cabeza a las nubes
y decirnos: sois lo mejor que me ha
pasado en la vida.
Ahora.
Palpitando,
y sin dejar de caminar
y sin dejar de caminar
no dejes nunca de leerme cuentos en la
cama
no dejes de cantarle a la almohada
no dejes de saberte de memoria los sonidos
de todos los animales de la habitación nido
no dejes nunca de ser casa
no pares de ser familia baluarte y refugio
y manada y maleficio
y bálsamo
y plataforma de aterrizaje
y aterrizaje forzoso
y planeta tierra
y planeta amar.
No dejes nunca de latir
(y esto último es lo único que te pido en
realidad)
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