Carta abierta al corazón de mi madre






He pensado que, ahora que estás a la vista, podía pedirte una cosa. Ahora que estás, al abrazo de los elementos, a la luz abisal del sol de bombillas que alumbra el quirófano. Ahora que frío y metal. Ahora que miedo, oxígeno y máquinas. Ahora que la vida avanza en pitidos. Ahora.

No pares de ser niña y exploradora
no te olvides del mar
ni de las eras
ni de los años
ni dejes de ser cabeza lúcida de revolución sin fusibles
ni dejes de ser voz tangente de revolución sin derechos
no te canses de inventar
ni de correr
ni de soñar
ni de seguir caminando.

Ahora.

Que el camino se hace brecha
palpitando,
no pares de ser la mente más brillante del siglo
dormitando, bajo una manta-abrazo en el salón
no dejes de tener superpoderes
ni de regalarlos
ni de regalárnoslos
ni de curarnos las heridas
ni de cosernos las heridas
ni de decirnos: niño, ten cuidado, que luego te tengo que curar y coser las heridas.

Ahora.

Que la brecha es el camino 
palpitando,
no dejes nunca de pintar en los márgenes
y al mundo, no dejes de contarle los días por páginas de papel
no dejes de dejarme calendarios de adviento en la mesilla
ni de recordarnos los cumpleaños
ni de retratarnos los miedos
ni de atarnos los cordones
ni de atarnos
los pies al suelo y la cabeza a las nubes
y decirnos: sois lo mejor que me ha pasado en la vida.

Ahora.

Palpitando,
y sin dejar de caminar
no dejes nunca de leerme cuentos en la cama
no dejes de cantarle a la almohada
no dejes de saberte de memoria los sonidos de todos los animales de la habitación nido
no dejes nunca de ser casa
no pares de ser familia baluarte y refugio y manada y maleficio
y bálsamo
y plataforma de aterrizaje
y aterrizaje forzoso
y planeta tierra
y planeta amar.

No dejes nunca de latir

(y esto último es lo único que te pido en realidad)







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